Circuito Global Blog Venezuela Venezuela… Fui testigo presencial – Venezuela, ¡mi experiencia!

Venezuela… Fui testigo presencial – Venezuela, ¡mi experiencia!

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Vlaudin Vega es un superviviente del golpe de estado chileno del 11 de septiembre de 1973. Desde entonces vive en Australia, pero ha viajado de vez en cuando a su patria sudamericana. Este es su testimonio como testigo presencial del fallido golpe contra el gobierno de Hugo Chávez en 2002.

“Es bastante obvio que estas palabras sobre Venezuela y los acontecimientos del 11 de abril de 2002 son subjetivas y una interpretación personal de mi experiencia en los alrededores de Miraflores en este importante día.

Después de pasar unos meses con camaradas de otro país sudamericano, el Sr. Foxi, títere de Estados Unidos y rompiendo con la tradición mexicana de ser bastante neutral o de apoyar a los movimientos progresistas no sólo de América Latina sino del mundo, dijo a nuestros camaradas que tenían que irse. A mí y a otros compañeros no nos quedó más remedio que abandonar la ciudad mexicana. A los compañeros les dijeron que se fueran a diferentes países y a mí me pidieron que me fuera a Venezuela.

Afortunadamente, llegué a Caracas el 10 de abril. A veces los dioses nos miran con favoritismo, así que me considero muy afortunado de llegar a esa ciudad en ese momento.

Una de las primeras impresiones que me dio Caracas, incluso antes de llegar al aeropuerto, fue la belleza del mar y lo verde que se veía. El aeropuerto daba pocos indicios de la conmoción que se avecinaba en el futuro inmediato y de la gran revolución que se estaba gestando en la tierra del libertador.

Al salir del aeropuerto, pedí a un taxista que me llevara a un lugar céntrico y a un hotel muy barato; a veces no podemos permitirnos ocupar hoteles de cinco estrellas. Desde el aeropuerto hasta Caracas, lo que más me llamó la atención fueron los barrios marginales, la gente que vivía en las colinas, gente que iba a desempeñar un papel importante en la vuelta de Hugo Chávez al poder.

El hotel estaba en la parte antigua de Caracas. La parte antigua de Caracas me recordó a muchas de nuestras ciudades antiguas. Ciudades que tienen vínculos directos con nuestro pasado. Ciudades con mucha historia. Ciudades que han forjado la vida de muchos de nuestros revolucionarios; personas y camaradas decididos a ver una América Latina unida. Nuestra lucha por la independencia, el socialismo y la unidad de América Latina es un solo paquete y muchos de nuestros mejores han dado su vida por ello.

Después de desempaquetar mis cosas en el hotel, encendí la televisión y, para mi asombro, tuve una sensación de déjà vu. Tardé un rato en darme cuenta de que estaba en Caracas, Venezuela, en 2002 y no en Chile en los días previos al 11-S.

El mensaje era el mismo. Los métodos eran los mismos. Los mecanismos eran los mismos. Una constante diatriba de insultos contra el presidente electo y legítimo Hugo Chávez y su gobierno me hizo pensar que los yanquis no habían cambiado un ápice la trama. Hacia las 8 de la noche se oía el golpeteo de las cacerolas, que una vez más me recordó a Chile.

Un aspecto me alegró porque estaban utilizando el mismo modelo en Chile ’73 y en Caracas ’02. Una vez más, esto es una indicación de que somos una Nación, que somos un solo pueblo y que deberíamos ser un solo país. Espero que esto sea algo que vea durante mi vida.

Era mi primera vez en Caracas, así que tenía poca información sobre la ciudad y sobre dónde estaban situadas las cosas. No sabía que Miraflores estaba a sólo tres manzanas de mi hotel.

A la mañana siguiente, para no perderme, decidí caminar por la avenida principal, la avenida Baralt. Me cansé de caminar y regresé a mi hotel, con la esperanza de enterarme de las noticias sobre esta marcha de la oposición que iba del punto “A” al punto “B”. Más tarde nos enteramos de que los líderes de esta marcha, entre los que se encontraba Luisa Ortega Diaziv, habían decidido marchar hasta el punto ‘C’ – Miraflores.

De vuelta al hotel, empecé a ver marchar a gente con boinas rojas, banderas y pancartas; iban a Miraflores a apoyar al gobierno de Hugo Chávez. Para mi asombro, vi una gran multitud reunida frente al Palacio Presidencial, delante de un modesto escenario donde los bolivarianos enviaban mensajes de apoyo a Hugo Chávez. Estar en medio de semejante multitud me hizo sentir a gusto, me hizo sentir parte de la multitud, me hizo sentir entre colegas.

Después de escuchar muchos mensajes elogiando a Chávez y a su gobierno y una cálida música típica del Caribe, oímos que la concentración de la oposición llegaba a Miraflores. Una gran multitud y yo comenzamos a correr hacia el lugar donde llegaba la oposición. En cuanto llegamos al puente, vimos a la enorme multitud que venía hacia nosotros, pudimos oír los insultos y pudimos ver cómo se lanzaban piedras unos a otros. Además, pudimos ver que la Guardia Nacional empezaba a acercarse. Y pudieron contener a la oposición en un lado del puente. Más tarde, mucho más tarde, me enteré de que los dirigentes Es de la oposición que habían llevado a los manifestantes sabiendo muy bien que había un gran número de chavistas frente al Palacio.

Después de inhalar durante un rato ese desagradable pero familiar olor a gas lacrimógeno, decidí regresar al Palacio. Cuando regresé percibí una especie de confusión entre la gente; veíamos personas con heridas de bala en la cabeza.

Cualquiera que sepa de armas de fuego comprenderá que un disparo tan preciso sólo puede ser realizado por francotiradores o francotiradores. Un disparo tan preciso sólo puede lograrse con un arma de fuego potente.
Así que empecé a preocuparme. A lo largo de nuestra vida cotidiana, a grandes rasgos, planificamos nuestro día con antelación para tener al menos un futuro inmediato. Básicamente sabemos lo que vamos a hacer al día siguiente, pero entonces no era así; por la confusión, por el pánico, por la incertidumbre no había futuro, y ése es un estado de ánimo muy desagradable.

En ese momento, tengo que admitir que empecé a preocuparme mucho por mi seguridad. Sentía que las cosas no estaban bajo control. Una vez más, empecé a ver la cara del opresor. Sentí la ira que la clase dominante siente hacia la gente corriente. En ese momento llevaba el pelo un poco más largo y la barba muy salvaje, una imagen que podría no quedar bien en el ejército, así que decidí volver a mi hotel; Fue entonces cuando vi esas imágenes de gente disparando desde Puente Llaguno. Y al mismo tiempo, me agachaba para ponerme a cubierto porque nos disparaban desde los tejados de los edificios circundantes. Mis intenciones de regresar a mi hotel se vieron impedidas por una gran fuerza de la policía de Caracas que disparaba contra los defensores de Hugo Chávez.

Mucho más tarde pude llegar a mi hotel por las calles laterales. El hotel fue un refugio, un lugar donde encontré un poco de seguridad. De vuelta en mi habitación, empecé a deshacerme de cierto material, es decir, papeles que quizás eran un poco delicados. De nuevo, la quema de papeles y documentos fue algo que experimenté en el pasado.

Aquella noche dormí muy poco. Estaba constantemente viendo y escuchando las noticias sobre el paradero de Hugo Chávez. Una vez más, sentí la misma rabia hacia los traidores que intentaban hacer retroceder los relojes de la historia. Una vez más pude ver la sucia mano del imperio intentando detener nuestro camino hacia la verdadera independencia.

A la mañana siguiente, no había ni un alma en las calles. El país estaba paralizado. Todo el mundo se quedó en casa a esperar el resultado del golpe. Para mi sorpresa, poco a poco empecé a ver gente corriente que bajaba de las colinas. Pude ver a gente que exigía el regreso del presidente. Pude ver que estaban decididos. Pude ver que no tenían miedo, sólo querían recuperar al presidente a cualquier precio.

A media tarde, las masas salieron a las calles. Las multitudes se congregaron frente al Fuerte Tiuna y frente al Palacio de Gobierno. Estaban decididas a recuperar su revolución. Y unas horas más tarde, gracias al pueblo y a unas fuerzas armadas verdaderamente democráticas, Hugo Chávez regresó al Palacio. Para mí, aquellos días fueron un tornado de emociones. Creo que nunca había experimentado tantas emociones con esa intensidad.

Los acontecimientos de aquel día han enviado ondas a todo el mundo y en particular a nuestra América anunciando que un nuevo mundo es posible. Estamos convencidos de que ha comenzado un nuevo periodo en nuestra historia. El imperio y la derecha fundamentalista están a la defensiva y desesperados por poner en práctica su Armagedón que les llevará al cielo. Pero el cielo debe crearse en la tierra en beneficio de todos, no sólo de los elegidos.
Estamos convencidos de que asistimos a la creación de un nuevo poder que demostrará al mundo que es la economía la que debe adaptarse al ser humano y no al revés. Podemos prometerles que cuando este poder esté en pleno apogeo no obligaremos a nadie a comer arepas, pastel de choclo o empanadas!!!!”.